Regreso a la infancia
Tal y como venía pensando ya durante mas de dos años, traté de organizar una jornada de pesca que me permitiese volver a aquel paraje donde creo que empezó todo. El coto de pesca de Renales, donde teníamos nuestro coto de pesca y donde me inicié y me perfeccioné en la pesca al tiento de la mano de mi padre.
El día 9 de mayo, después de tener que retrasar por varias razones la primera salida del año a pescar, conseguí acercarme al coto de la Tejera, que también está en el rio Tajuña y que aunque mas fácil que nuestro coto a la hora de pescar por haber menos enganches y mosquitos, no deja de ser un rio cambiante, con muchas variaciones de profundidad y velocidad del agua.
En mi cabeza rondaba la idea de volver a ver aquel paraje que tantas y tantas había visitado pescando y que hacía aproximadamente 30 años que no había pisado. Después de búsquedas en google maps, consultas de fotos, de mapas normales, foto aérea y las órdenes de veda correspondientes fijé en el GPS el lugar mas reconocible para mi de nuestro coto, el puente nuevo, como lo llamábamos nosotros y lo guardé como destino en el móvil para que si todo iba como en el plan previsto, pudiera realizar dicho reencuentro.
Con muchos cambios en la normativa vigente de pesca, anzuelos sin muerte, cucharillas de un solo arpón, cebos naturales prohibidos, me encamino a una nueva jornada de pesca pero tal vez, sea la mas emotiva y significativa de todas las realizadas hasta ahora. El hecho diferencial sin duda es que es la primera vez que voy a pescar desde la muerte de Papá, y mi día de pesca debería ser sin duda un homenaje completo al que con tanta paciencia me enseñó a disfrutar del río, a pensar como un pez y a respetar la naturaleza desde el prisma del pescador y cazador.
El día comenzó a las 6 de la mañana, para poder llegar a Moranchel a las 8 aproximadamente y sacar el pase sin problema. Como tantas y tantas veces había hecho con mi padre, la parada para tomar café era obligatoria, en los primeros años en un bar que se llamaba la Perla y al cerrar, hace ya bastantes años, pasamos a parar en el 103, lugar que traía muy buenos recuerdos a mi padre por las innumerables batallitas que había vivido por allí con su amigo Antonio, que era el dueño. Pues bien, la primera parada se hizo como Dios manda y para seguir las tradiciones me pedí un café con leche corto de café como siempre hacíamos en nuestros días de pesca. Esta vez no pude tomarme un par de donuts, que era lo que siempre desayunaba, pero si una napolitana de chocolate que no estaba nada mal. Recuerdo que el último día que pesqué con Papá, allí fue nuestro desayuno, y que yo tomé lo mismo que esta vez, y mi padre, su café con leche corto de café y un tortel, como llamaba él a las ensaimadas normales y corrientes. Una vez terminado, retomamos viaje.
Desde el 103, la salida hacía Cifuentes, que es la carretera que debía seguir, está en la propia vía de servicio, con lo que mas fácil, imposible, aunque aún así, en la rotonda, me equivoqué y casi me voy dirección las inviernas, lugar que visité este mismo día pero mucho mas tarde. Encamino mis pasos hasta el pueblo de Moranchel y cual es mi sorpresa cuando al llegar al bar del pueblo, propiedad del guarda del coto, veo que hay una nutrida cola de jubilados esperando para sacar su pase y pescar en el coto. Nunca, en los años que fui allí con Papá, o con el Chupo, o con ellos y Dionisio, nunca, hubo cola ninguna para sacar pase, pero bueno, los tiempos cambian, y hay que adaptarse.
Después de observar con cierto estupor como los viejetes se metían entre pecho y espalda su café y sobre todo su copazo, compré mi pase y me fui al río. Tardas 5 minutos desde el bar al río, aparcas bien, incluso en esa acción mi padre vuelve a mi mente, ya que tenía verdadera obsesión por aparcar el coche de cara al camino por si había un incendio, poder salir lo mas rápido posible. Aparco y comenzamos. Ritual de preparación de achiperris, como decía mi padre, y una vez vestido, empezamos la pesca. No tardo mucho en sacar la primera, pero la segunda se resistió bastante. La tercera fue, junto a la última, la que me recordó la esencia de pesca, aquellos consejos que una y otra vez mi padre me daba para que mejorase mi técnica de pesca venían a mi mente: busca los blandos, primero pesca tu orilla, después la de enfrente, mueve los pies y el lance cambia, siempre te parecerá que la orilla de enfrente es mejor lance que en la que tú estás... Dos lanzamientos muy ajustados a la pared, plomada correcta, la trucha que sale y al final, como decía el Gallego, la pusimos a bailar la muñeira... Luego le arranqué a una chorrera con algo de profundidad 4 truchas mas y con eso completaba mi cupo de 7 truchas, en aproximadamente unas 4 horas.
He de decir, que ahora mismo sería incapaz de hacer esas jornadas maratonianas de pesca mañana y tarde que hacíamos cuando teníamos nuestro coto, dolor de brazos, de espalda... Tal vez el hecho de salir a pescar 1 o 2 veces al año, frente a las 20 que salíamos antes debe ser determinante. El guarda se me acercó, para decirme que me había visto sacar 2 truchas, yo le dije que ya llevaba el cupo y que quería acercarme a Renales y Abánades porque hacía mucho tiempo que no iba y al tener tiempo para hacerlo, pensé que era buena idea. Me dijo las dos posibilidades que tenía de llegar a mi destino y aunque le presté atención y seguí una de ellas, no la seguí por sus indicaciones, sino por el GPS, sin el que no creo que hubiese llegado nunca.
Ahora empezaba la parte mas importante de mi pequeño homenaje a mi padre en un lugar que siempre tendré guardado en mi corazón por lo mucho que aprendí, por lo mucho que me divertí y lo mucho que disfruté de la pesca en familia y con amigos. Con el coche camino a Renales, mi cabeza mi llevaba una y otra vez a esas jornadas de pesca, a las mil y una anécdotas que allí vivimos e incluso alguna lágrima se me escapaba en alguno momento, pero en cuestión de unos 25 minutos habíamos llegado a Renales. Pocas cosas me sonaban, vagos recuerdos de algunos elementos del pueblo, vallas pintadas, pilones, canales de agua... pero poco mas. Enseguida me salgo de la carretera y comienza el verdadero camino hacía nuestro coto de pesca. 4,5 km de camino en bastante buen estado, que según iba recorriendo, me iba despertando algunos recuerdos en mi mente. Un camino muy pedregoso, suelo muy duro, bosque de roble tallar, típico de los pueblos de esta zona y poco a poco nos aceramos al encajonamiento del rio Tajuña donde todo empezó. Lo primero que veo que me retrotrae en el tiempo es la piscifactoría que había aguas abajo del puente nuevo y que tantas y tantas veces había pasado tanto por una u otro orilla en busca de las chorreras que cuando pongo pie a tierra, se siguen escuchando en aquel paraje tan recóndito y tan abandonado por lo que veo. No recordaba que fuesen tan altos los farallones que protegían y abrazaban al rio en esta zona y eso me llamó la atención, tal vez, en mi infancia, la mirada no iba las suficientes veces hacía arriba como lo haría ahora con ojos de geógrafo.
Una vez aparcado el coche, abro el maletero, cojo mi bastón de buscar setas y me dispongo a reconocer el terreno, caminos y senderos que tantas y tantas veces había andado. Miro el puente, miro el rio, miro el puente caído... todo sigue igual. El rio mas cerrado de lo habitual, parece que no hay tránsito de pescadores. Voy rio abajo, deshago el camino que he traído con el coche paralelo al rio y reconozco lugares, incluso sonidos. La famosa poza donde se colocaba el señor Ortega, el canal lateral que nutría de agua la piscifactoría donde saqué una de mis primeras grandes truchas de 42 cm junto al hijo de Lorenzo. Al terminar la piscifactoría decido darme la vuelta y volver hacia el coche. De camino hacia el mismo, en el camino, a la izquierda, veo unas oquedades en forma de cueva de las que me acuerdo perfectamente, otro flashback instantáneo.
Llego al coche y decido que ya que estoy aquí, como no voy a ir rio arriba y buscar alguno de los sitios donde era frecuente sacar alguna trucha. Cojo el camino de la izquierda antes de llegar al puente nuevo y me encamino paralelo al rio hacia una casa, la de la piscifactoría de arriba, a la que alguna trucha le robamos alguna vez... Paso por una zona de agua muy somera y recuerdo que allí fue donde mi hermano Arturo se cayó el único día que vino al coto con nosotros (día famoso por la avería del BX, el viaje hasta Sigüenza, la visita al chalet del tío Ángel...) Dejo atrás esa zona y llego a la casa, abandonada, un Renault 4L blanco abandonado y todo en muy mal estado. Algo me llama la atención, una especie de hórreo del que no tengo ningún recuerdo pero sigo adelante. A la izquierda reconozco unas colmenas, allí siguen después de tanto tiempo y como si hubiese sido ayer mismo, reconozco un sendero que me llevará directamente al canal (lugar que pescábamos con frecuencia y que rallaba la ilegalidad) Lo sigo reconociendo incluso rocas del camino y llego al canal, a la compuerta donde perdí una bobina de hilo de un carrete que me dejó el Chocolate para pescar un día. Todo está donde tenía que estar, pero muy cambiado, muy abandonado.
Se mezclan sentimientos de pena por ver como está, de alegría por traer recuerdos de unos días inmejorables y también me sirvió para darme cuenta, una vez mas, de lo mayores que somos y lo rápido que pasa el tiempo. Doy media vuelta, recojo con ayuda de mi bastón unas agallas que también me recuerdan a mis días de campo y me dirijo al coche. Es curioso como ciertos lugares se quedan grabados a fuego en la mente y sin tener una belleza o un valor paisajístico especial, si que tienen un valor sentimental tan importante que se quedan anclados para siempre en nuestros recuerdos.
Una vez en coche, llegó el momento mas sentido del homenaje, que parece una tontería pero para mi, da sentido a todo el resto de cosas. Saco mi comida, un poco de salmorejo, un trozo de tortilla de patata y con mi 108 girodias almuerzo como tantas y tantas veces hicimos por allí mi padre, mi hermano y yo. Faltan elemento, los dos fundamentales son mi padre, mi hermano que está trabajando y nuestro pan que formaba parte de nuestro ritual de pesca. Con mucho gusto termino de comer y antes de dedicarle unas palabras a mi padre que envolviesen toda esta montaña rusa de sentimientos, recuerdos, parajes, caminos, nostalgias... enciendo un puro y estoy en ratito en silencio, recordando a mi padre al que seguro que si me está viendo desde donde esté, le hubiese gustado pescar una trucha mas conmigo.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home