Mi querido Bauer
Ayer, día de 12 de Noviembre, tuvimos que tomar una de las decisiones mas difíciles a las que una persona se puede enfrentar cuando tiene perro, sacrificarlo para que dejase de sufrir. Tras 3 semanas de ver como el perro cada vez estaba peor, ingresos ambulatorios, ingreso hospitalario de 2 días y entre medias, una semana de querernos auto-engañar sabiendo que la realidad era otra, el jueves día 10 hablando con Bea sobre la situación le platee que había que sacrificar a Bauer y comenzó un drama al que tan solo Clarita es capaz de darle la visión simple, clara, verdadera desde su mirada diferente de este mundo. Viendo a su madre llorar ella le pregunta si está triste y su madre le contesta que si, y ella le vuelve a preguntar porqué, y su madre le contesta que Bauer se va a ir al cielo y que por eso está triste. Clara le contesta que no debe estar triste ya que va a poder pasear con el abuelo Luis, que también está en el cielo, que va a poder comer lo que quiera y que va a poder jugar todo lo que quiera. Lección de vida absolutamente fascinante.
Cuando llegó el momento de llevarle al veterinario le di su último paseo, corto, sin ganas, costándole cada paso una barbaridad, pero como no podía ser de otra forma, aguantó hasta el final. Cuando salimos hacia el veterinario a eso de las 11:40 no quise ver sufrir ni penar mas a Bauer y le llevé en brazos hasta el coche y fue conmigo en brazos hasta la clínica. Su mirada trasmitía paz, creo que dejaba entrever que sabía hacia donde íbamos y lo que iba a ocurrir, y no había reproches ni tristeza en su mirada, había cansancio y compasión. Esa compasión que sinceramente creo que sentía hacia nosotros porque le dábamos la oportunidad de descansar, morir rodeado de nosotros y no sufrir innecesariamente por algo que no tenía cura. Y así se fue, tras quedarse dormido, con mis dos manos encima de su cuerpo, con el siguiente pinchazo dejó de respirar y a los pocos segundos su corazón se paró.
Es un punto y a parte en la vida. Sin duda entre Bauer y Canito colecciono 31 de mis 47 años con perro y eso seguramente me hace pensar que no será el último que tengamos. Como le dije a mi hermano Alfonso, la tristeza que produce su partida es mucho menor que los buenos momentos que te dan y creo que compensa. No podemos vivir con el miedo de no hacer cosas porque sabemos que todo tiene fecha de caducidad, y si pensamos así no tendríamos amigos por miedo a perderlos, no seríamos padres por miedo a lo que pueda ocurrir y por supuesto, no tendríamos mascotas porque sabemos que terminan yéndose. La vida hay que afrontarla como viene y disfrutar de cada momento. Yo he disfrutado mucho con Bauer, cazando, paseando, jugan
do, durmiendo... Buen viaje amigo.
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