Comienza una nueva serie.
Desde el mes de Agosto del año pasado tengo un nuevo puesto de trabajo donde puedo seguir en contacto con el deporte y tener tiempo para estar sentado y volver a escribir. Muchos cambios ha habido dentro de mi círculo cercano en el trabajo que no me han permitido empezar algo que llevo tiempo pensando hacer. Desde hace años tengo en mi cabeza la idea de dedicar no solo un rato a escribir una entrada de vez en cuando en mi blog, sino escribir una serie de relatos que resuma a veces a grandes rasgos y otras veces con mas detalles, diferentes épocas de mi vida y que en un futuro quien lea estas líneas, pudiera hacerse una idea de como fue mi infancia, como es la familia en la que crecí, cuales han sido mis amistades, mis aficiones, como ha ido cambiando mi vida con el paso de los años, mis experiencias en el colegio y la universidad, mis primeras salidas nocturnas, amoríos, cuándo empiezo a darme cuenta de que ya no soy ese chico del balón de baloncesto y la mochila al hombro, cuándo he formado una familia (casi sin darnos tiempo a ver los cambios), las desgracias que hemos vivido de cerca y la actual situación de todos aquellos que me rodean y a los que quiero y que forman y formarán parte de mi vida hasta que ellos quieran.
Siempre digo que a veces mi memoria me asusta y que tengo ciertas cosas grabadas en la cabeza como si hubiesen pasado ayer, y me detendré en muchos de esos detalles que sin duda son claves para poder entender mi propia personalidad y mi forma de ser. Los primeros recuerdos que tengo de mi infancia son todos felices, sinceramente creo que con la perspectiva de los 46 años que me contemplan, puedo decir que he sido muy feliz la mayor parte de mi vida. Sin duda, con el tiempo te das cuenta de la enorme suerte que tienes cuando naces en una familia tradicional, padres, hermanos, abuelos, tíos y primos, que sin duda, con muchos matices, hacen un conglomerado que son pilar fundamental de esa felicidad de la que hablo. Esos matices son sin duda importantes, ya que con el tiempo, las personas nos volvemos zafias, egoístas, interesadas y cuando adviertes ese tipo de cualidades en personas de tu familia te das cuenta de que la vida no es de color de rosa y que hay muchos factores que alteran esa idea de familia feliz que antes describía. Desde muy pequeño recuerdo dos cosas de forma muy nítida y que sin duda creo que son los dos grandes éxitos de mis padres como padres, ese apoyo constante que he tenido en mi hermano mayor para todo y ese intento de hacer lo mismo por mi hermano pequeño siempre que he podido. El estudiar en el mismo colegio y la diferencia de edad tan corta entre los hermanos, propició que hasta la actualidad seamos tres en uno. Raro es el día que no comentamos algo, compartimos aficiones, incluso hemos trabajado juntos en la Fabrica mi hermano Alfonso y yo. Creo que no puede ser mejor nuestra relación, y aunque de pequeños, Alfonso al ser el mayor era un tanto mas distante por la edad, Arturo y yo hemos compartido todo, habitación durante casi 30 años, tanto en Madrid como en La Cabrera, amistades, aficiones y eso al final hace que como en otro post que escribí hace tiempo sobre mis hermanos, sean mas amigos que hermanos.
Hay recuerdos que quedan grabados en la mente de forma tan profunda que muchas veces pienso si serán reales o mi propia cabeza ha hecho que sean así por la felicidad que me producen. Uno de los que mas veces me viene a la cabeza es el de mi hermano pequeño y yo bañándonos juntos en el baño grande la casa de mis padres. Cuando éramos pequeños dormíamos todos juntos, los 3, y la verdad, era todo muy divertido y otras veces no tanto, ya que siempre surgían disputas, conflictos y peleas, pero la mayoría de la veces era genial. Nuestra habitación era como un campo de futbol, campo de batallas, dormitorio, refugio, y sobre todo, nuestro lugar de recreo. Allí pasábamos las horas muertas los domingos jugando con mi primo rafa, allí mi otro primo rafa me hizo una entrada de fútbol y me rompió la tibia, allí jugábamos al basket con una pelota de tenis siendo la canasta un hueco entre la pared y la barra de la cortina... Nuestra lámpara de tres globos blancos, que varias veces sufrió desperfectos por los balonazos descontrolados en algún "trallazo" para meter un gol en una portería inexistente o una canasta imposible en el hueco que dejaba la puerta contra la pared y que usábamos también de canasta... Recuerdo que mi padre guardaba las escopetas y el rifle en en hueco que había entre la cama de mi hermano Alfonso y la pared, y lo emocionante que resultaba cuando llegaba un viernes o un sábado y le decía a mi hermano Alfonso o a mí que te preparásemos "la Franchi" o "el 300" y el morral. Como olvidar aquel hueco misterioso que había entre el radiador de la calefacción y el mueble donde tenía mi abuela su ropa y que siempre estaba lleno de pelusas y que cuando se nos colaba una pelota allí era muy difícil sacarla para volver a jugar. Como olvidar el artilugio que Alfonso se hizo para apagar la cadena de música que con tanta ilusión fuimos a comprar toda la familia a El Corte Inglés de Goya y que tantas horas de buena radio nos dio y que al ser de doble pletina nos dejaba grabar cintas. Con muy pocos años, también recuerdo que mi hermano Arturo y yo nos dedicábamos a jugar al baloncesto en el baño, y puede resultar difícil de entender, pero allí donde había un hueco por donde pudiese caber una pelota, para mi era una canasta. Realmente era un toallero alargado de cristal azul (que si ahora lo pienso fríamente es una absoluta locura jugar a eso en el baño, y también recuerdo uno de los pocos días que Alfonso jugó con Arturo y conmigo y que rompió una bombilla de un lateral del espejo que teníamos y que nos obligó a decir que habíamos sido los 3 (que mamón).
Muchos recuerdos y muchas sensaciones. Tengo muy presente en la memoria cuando se iba a cercando el verano, no había clase por la tarde y era una de las pocas épocas del año en la que las persianas que daban al balcón se cerraban. La claridad de las habitaciones era importante al igual que lo era el calor que entraba cuando el sol a eso de las 3 de la tarde empezaba a dar en la terraza, aunque rápidamente se metía detrás de nuestro edificio y el ambiente volvía a ser fresco. De esas épocas de calor tengo también el recuerdo de las tres o cuatro alfombras enrolladas y apiladas en el pasillo que lleva a los baños esperando a que Sherlimp viniese a por ellas y nos las devolvieran en septiembre a los pocos días de volver de la cabrera. De ese pasilllo tengo muchas cosas guardadas en la cabeza, el armero que ahora está en el garaje de la cabrera y que nunca tuvo armas dentro pero sí fotos y artilugios de limpieza de las armas, un pequeño botellero que había al final el pasillo y el retrato que amador le hizo a mi padre vestido de cazador cazando perdices. También recuerdo que había en la pared que conducía al baño pequeño un extintor que sigue estando en la cabrera y que siempre, colgado de él estaba la escalera que por aquellos entonces era verde. Ese pasillo también me servía para jugar a tirar con una pelota de tenis desde la esquina que ahora es mas o menos el cerco de la puerta que separa el aseo del pasillo y emulaba a los grandes del futbol intentando meter gol en la portería imaginaria que formaba la mesa de marquetería que está en el salón de la cabrera y que recuerdo usaba nuestro perro Canito para descansar debajo ya que debía ser la zona mas fresquita de la casa.
Nuestro salón ha cambiado mucho en todos estos años. La imagen que recuerdo de la construcción del edificio justo de enfrente de nuestra casa, la apertura del bar La gaviota, la posición del tresillo siempre al límite del balcón desde el cual Canito se tumbaba y apoyado en el reposabrazos trataba de ver cuando llegaba mi padre con su coche (el primero del que tengo un recuerdo nítido fue ese Peugeot 504, al que le siguieron el Citröen BX, Ford Maverick, Ssangyong Rexton y el Mercedes 190). Como curiosidad, Canito era capaz de oír y reconocer el coche de mi padre, se ponía a arañar como un loco la puerta que daba a la terraza y en la cabrera desde el momento en que el coche abandonaba la antigua general y cogía la calle de Rufino, Canito ya estaba ladrando (nunca lo entenderé). Otra curiosidad de Canito es que viajaba sobre todo en el BX en la parte delantera a los pies de mi madre y cuando llegábamos a la altura de venturada, por la antigua general, en esas curvas tan pronunciadas que había, asomaba el hocico por la ventanilla como sabiendo que quedaba nada y menos para llegar a la Cabrera. De vuelta al salón, sillones que hemos cambiado, sofás cama que usábamos para que mis tíos se quedasen a dormir en navidades y como se reciclaban dichos sofás, siempre llevándolos a cabrera y dando unos años mas de servicio como antiguamente se hacía con todas las cosas. De dichos sillones, los que mas recuerdo son los verdes que tenían un respaldo que se movía y hacía el asiento mas corto o mas largo para poder hacer una cama, y como los dos sofás individuales, se colocaron e incluso se volvieron a tapizar y uno de ellos tenía marcada la mano de mi tío sebas en un lateral porque seguramente estuvo mucho tiempo expuesto al calor de la chimenea y para comprobar si estaba caliente mi tío debió darle un manotazo y ahí se quedo la marca. Recuerdo aquel sofá de orejas como se le llamaba, de cuero marrón, que estaba colocado en una esquina y que por nuestra mala cabeza de niños traviesos le quitábamos tiras de ese cuero de los reposabrazos... Creo que terminó en la cabrera también. La famosa lámpara en forma de bombilla, que ahora mismo sería un elemento vintage espectacular para cualquier lugar con ese tipo de ambiente. Las cortinas, las verdes muy gruesas y pesadas que actualmente usamos para que no se nos vaya el calor del salón por el tiro de la escalera. La mesa redonda con patas de corzo en la que durante años hemos desayunado Arturo y yo juntos viendo los dibujos de la época, sobre todo los transformers. También recuerdo que justo a la izquierda de donde ha estado siempre la tele estaba colgado el mueble que ahora está en la habitación de mis padres en la cabrera de 3 baldas y que tenía siempre la radio antigua que nunca usábamos y que solo cogía polvo, pero que siempre estuvo ahí. Es una pena no conservar mas fotos de la época donde se vea claramente el mobiliario porque siempre son recuerdos bonitos.
Otros elementos de la familia que recuerdo y que creo que han sido realmente importantes para nosotros han sido los coches de mi padre. El primero que recuerdo es el Jeep comando de color Azul, vago recuerdo tengo de él, pero su sustituto si que fue para mi el primer coche del que guardo grandes recuerdos, el Peugeot 504 de color marrón. Un tanque. Recuerdo su tapicería de color marrón acanalada, recuerdo perfectamente su volante, recuerdo que por alguna razón alguno de los seguros de las puertas tuvieron que ser sustituidos y eran de color blanco. También recuerdo que mi padre tenía una llave de repuesto en uno de los intermitentes, envuelta en papel de plata, ya que salíamos mucho al campo y era fácil perder la llave o dejarla dentro del coche, ya que los coches de antes no son como los de ahora. En una ocasión tuvimos que usar esa llave en el coto de pesca que teníamos en Guadalajara. Después de este, llegó el Citroën BX TRD Turbo. Un pepino de coche, hacía 180 km/h fácil. Lo compramos coincidiendo con unos acontecimientos importantes para nuestra vida como fue la reforma de La Cabrera, la muerte de mi tío Sebastián y fue un coche muy querido por nosotros. Después llegó el Ford Maverick, "el bucanero". Mil batallas de pesca y de caza hemos hecho con él, y por último el Ssanyong Rexton. Último coche que se ha comprado mi padre, y que después de venderlo se quedó con el Mercedes 190 que compramos al militar conocido por Ángel Téllez y que he vendido este mismo año. Mi padre ya no conduce, no está para conducir y gracias a dios que lo vio como una cosa normal, porque si se llega a empeñar en conducir... las hubiésemos pasado mal.
Este tema merece mas entradas y aunque la voy a publicar creo que o bien la retoco o hago una segunda parte.
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