2 meses sin ti.
La vida es una rueda de la que nadie sabe cuando tiene que saltar, eso decía Alejandro Sanz en una de sus canciones y la verdad, tiene razón. La vida no para, continua, pase lo que pase y ya han pasado 2 meses desde que murió mi padre. Sigue costándome pensar en ello porque me sigue resultando poco creíble.
Cada vez que miro una fotografía suya tengo la extraña sensación de que nos separan miles y miles de kilómetros, como si ni siquiera le reconociese. Es una sensación muy rara. Esta semana hablando con mi hermano Alfonso mientras jugábamos al COTW, me contó que tuvo un sueño hiperrealista y te hace comprender lo increíblemente poderosa que es la mente. Después de mi reencuentro con mi amigo Daniel y sus experiencias llamémoslas vitales, cada vez que pienso en este tipo de situaciones no me queda mas remedio que pensar que efectivamente nuestra mente es algo más. Capaz de sentir, percibir o hacernos creer que hay cosas que están por encima de nuestros sentidos más básicos.
Recordé cuando mi hermano me contó este sueño, aquel otro sueño que nos contó mi amiga Laura sobre su padre, que murió prematuramente hace unos años y que según ella, fue un experiencia única y que no se volvió nunca a repetir (por desgracia).
Creo que ayer además era el cumpleaños de Rodolfo, el amigo de mi cuñada Jacke que murió el año pasado en Nueva York y que tenía algo, no se explicar el qué, pero tenía capacidades sensitivas que la mayoría de las personas no tenemos y que no comprendemos, a parte de tenerlas cuando menos respeto sino miedo. Estas experiencias que escapan al raciocinio tradicional y que podemos llegar a tratar ya no solo como extraordinarias sino como increíbles, imposibles, se repiten y en muchas ocasiones son muy cercanas a nosotros mismos o a alguien que conocemos.
No quiero desviarme del tema divagando sobre este tipo de experiencias, pero para retomar el hilo de la entrada, si me gustaría decir que en cierta forma tal vez lo que sienta es algo de envidia. La muerte es una experiencia traumática, sea como sea el proceso. Nunca se está preparado para ello y recuerdo con meridiana nitidez como en mi mente, al recibir la llamada de mi hermano Arturo contándome lo que había sucedido, mi cabeza repetía una y otra vez: "ha llegado el momento". Ese momento al que me refiero es el que desde muy pequeño he tenido latente en la cabeza, en el subconsciente, como una mezcla entre miedo a la pérdida, la incertidumbre del "ahora qué", que sin duda ha cambiado durante los años, pero que estaba presente aunque no aflorase.
Cuando eres pequeño, por lo menos en mi caso, tan solo pensaba en ello en momentos de desvelo, en noches donde no podía conciliar el sueño y esos pensamientos me hacían que fuese aún mas difícil poder dormir. Luego vas creciendo y parece que salvo en momentos puntuales, ya sea alguna operación o alguna enfermedad, parece que tus padres son inmortales y que siempre van a estar ahí. En nuestro caso, los 3 momentos complicados de salud que hemos vivido con mi padre (vesícula, cáncer de próstata y otra cirugía en la Zarzuela), en ninguno de ellos, tuve nunca la sensación de que pudiésemos perderle. Puede sonar presuntuoso, pero sinceramente, nunca tuve esa sensación.
Con el paso de los años, cada vez de forma mas marcada y mas rápida, ves que esa posibilidad de pérdida es cada vez mas plausible y comienzas a tener mas presentes que nunca esos pensamientos que tanto nos asustaban de pequeño, que veías lejanos aunque posibles, y ahora vez cercanos y posibles. Tú no eres el mismo ni mucho menos que en tu infancia, la vida la ves con otros ojos y la idea de que es ley de vida y que sin duda alguna el orden natural de las cosas empieza con los hijos enterrando a sus padres, te ayuda a asimilar este tipo de trances.
A mi, personalmente, el pensar que la muerte es algo inevitable, me ha ayudado mucho en este proceso. Desde aquel fatídico día en el que fuimos Alfonso, Papa y yo a que nos confirmasen lo que ya sospechábamos o sabíamos a medias, comenzó una cuenta atrás. Tal vez es algo que me digo a mi mismo para consolarme y para no poder recriminarme nada de lo que he hecho o he dejado de hacer; has estado cuando te han necesitado, has compartido muchas cosas y experiencias con él, has sido un buen hijo, pero aún así, siempre tienes la sensación de que podrías haber hecho más, que podrías haber ido mas veces a verle a casa, a cazar con él, a pescar con él y creo que nunca tendría la sensación de que nada hubiese sido suficiente.
En estas fechas, durante años, el tercer domingo de Marzo, lo teníamos marcado en el calendario porque se abre la veda de pesca en Madrid. Muchas veces fuimos al mismo sitio, al pantano de Riosequillo, a no coger nada, pero a pasar una mañana, viendo el mismo valle que tantas y tantas veces hemos recorrido y disfrutado y que sin duda es una parte muy importante de mi vida, como es el Valle del rio Lozoya. Este año, me imagino que la primera vez que vaya a pescar, haré mi particular homenaje a mi padre. No será en el Rio Lozoya, sino que será en su amado Rio Tajuña, e intentaré hacer algo que llevo pensando varias semanas, sacar unas truchas, coger el cupo, y posteriormente, fumarme un farias en el lugar donde me inoculó el amor por la pesca, en nuestro coto de Renales, recordando viejos tiempos y dejando fluir los pensamientos. Espero poder hacerlo.
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