Caza, pesca, naturaleza y vida

26 marzo 2023

2 meses sin ti.

     La vida es una rueda de la que nadie sabe cuando tiene que saltar, eso decía Alejandro Sanz en una de sus canciones y la verdad, tiene razón. La vida no para, continua, pase lo que pase y ya han pasado 2 meses desde que murió mi padre. Sigue costándome pensar en ello porque me sigue resultando poco creíble.

    Cada vez que miro una fotografía suya tengo la extraña sensación de que nos separan miles y miles de kilómetros, como si ni siquiera le reconociese. Es una sensación muy rara. Esta semana hablando con mi hermano Alfonso mientras jugábamos al COTW, me contó que tuvo un sueño hiperrealista y te hace comprender lo increíblemente poderosa que es la mente. Después de mi reencuentro con mi amigo Daniel y sus experiencias llamémoslas vitales, cada vez que pienso en este tipo de situaciones no me queda mas remedio que pensar que efectivamente nuestra mente es algo más. Capaz de sentir, percibir o hacernos creer que hay cosas que están por encima de nuestros sentidos más básicos.

    Recordé cuando mi hermano me contó este sueño, aquel otro sueño que nos contó mi amiga Laura sobre su padre, que murió prematuramente hace unos años y que según ella, fue un experiencia única y que no se volvió nunca a repetir (por desgracia).

    Creo que ayer además era el cumpleaños de Rodolfo, el amigo de mi cuñada Jacke que murió el año pasado en Nueva York y que tenía algo, no se explicar el qué, pero tenía capacidades sensitivas que la mayoría de las personas no tenemos y que no comprendemos, a parte de tenerlas cuando menos respeto sino miedo. Estas experiencias que escapan al raciocinio tradicional y que podemos llegar a tratar ya no solo como extraordinarias sino como increíbles, imposibles, se repiten y en muchas ocasiones son muy cercanas a nosotros mismos o a alguien que conocemos.

    No quiero desviarme del tema divagando sobre este tipo de experiencias, pero para retomar el hilo de la entrada, si me gustaría decir que en cierta forma tal vez lo que sienta es algo de envidia. La muerte es una experiencia traumática, sea como sea el proceso. Nunca se está preparado para ello y recuerdo con meridiana nitidez como en mi mente, al recibir la llamada de mi hermano Arturo contándome lo que había sucedido, mi cabeza repetía una y otra vez: "ha llegado el momento". Ese momento al que me refiero es el que desde muy pequeño he tenido latente en la cabeza, en el subconsciente, como una mezcla entre miedo a la pérdida, la incertidumbre del "ahora qué", que sin duda ha cambiado durante los años, pero que estaba presente aunque no aflorase. 

    Cuando eres pequeño, por lo menos en mi caso, tan solo pensaba en ello en momentos de desvelo, en noches donde no podía conciliar el sueño y esos pensamientos me hacían que fuese aún mas difícil poder dormir. Luego vas creciendo y parece que salvo en momentos puntuales, ya sea alguna operación o alguna enfermedad, parece que tus padres son inmortales y que siempre van a estar ahí. En nuestro caso, los 3 momentos complicados de salud que hemos vivido con mi padre (vesícula, cáncer de próstata y otra cirugía en la Zarzuela), en ninguno de ellos, tuve nunca la sensación de que pudiésemos perderle. Puede sonar presuntuoso, pero sinceramente, nunca tuve esa sensación. 

    Con el paso de los años, cada vez de forma mas marcada y mas rápida, ves que esa posibilidad de pérdida es cada vez mas plausible y comienzas a tener mas presentes que nunca esos pensamientos que tanto nos asustaban de pequeño, que veías lejanos aunque posibles, y ahora vez cercanos y posibles. Tú no eres el mismo ni mucho menos que en tu infancia, la vida la ves con otros ojos y la idea de que es ley de vida y que sin duda alguna el orden natural de las cosas empieza con los hijos enterrando a sus padres, te ayuda a asimilar este tipo de trances. 

    A mi, personalmente, el pensar que la muerte es algo inevitable, me ha ayudado mucho en este proceso. Desde aquel fatídico día en el que fuimos Alfonso, Papa y yo a que nos confirmasen lo que ya sospechábamos o sabíamos a medias, comenzó una cuenta atrás. Tal vez es algo que me digo a mi mismo para consolarme y para no poder recriminarme nada de lo que he hecho o he dejado de hacer; has estado cuando te han necesitado, has compartido muchas cosas y experiencias con él, has sido un buen hijo, pero aún así, siempre tienes la sensación de que podrías haber hecho más, que podrías haber ido mas veces a verle a casa, a cazar con él, a pescar con él y creo que nunca tendría la sensación de que nada hubiese sido suficiente.

    En estas fechas, durante años, el tercer domingo de Marzo, lo teníamos marcado en el calendario porque se abre la veda de pesca en Madrid. Muchas veces fuimos al mismo sitio, al pantano de Riosequillo, a no coger nada, pero a pasar una mañana, viendo el mismo valle que tantas y tantas veces hemos recorrido y disfrutado y que sin duda es una parte muy importante de mi vida, como es el Valle del rio Lozoya. Este año, me imagino que la primera vez que vaya a pescar, haré mi particular homenaje a mi padre. No será en el Rio Lozoya, sino que será en su amado Rio Tajuña, e intentaré hacer algo que llevo pensando varias semanas, sacar unas truchas, coger el cupo, y posteriormente, fumarme un farias en el lugar donde me inoculó el amor por la pesca, en nuestro coto de Renales, recordando viejos tiempos y dejando fluir los pensamientos. Espero poder hacerlo.


12 marzo 2023

Y la vela se apagó.

 Mi padre siempre decía que cuando nacemos, allí arriba, se nos enciende una vela que está siempre encendida, pero que un día se apagará, y da lo mismo donde estés y que estés haciendo, que en ese mismo instante te irías para arriba. Pues bien, eso le ha pasado a mi padre el día 25 de enero del 2023. Tan solo habían pasado 43 días desde aquel fatídico día 12 de diciembre cuando nos confirmaron que tenía un cáncer inoperable y que la esperanza de vida podría ir desde un mes si la cosa estaba mal y la quimio no funcionaba a los 12 meses si la quimio funcionaba. Poco se equivocaban, la verdad.

Han sido tiempo muy difíciles, no por todo lo que lleva este tipo de situaciones, de médicos, hospitales, consultas, viajes al hospital... sino por ver como inexorablemente una de las personas que mas quieres en este mundo, que te ha dado la vida y con quien has compartido tantas y tantas cosas se va deteriorando de una forma vertiginosa y no puedes hacer nada. Esa sensación de impotencia es lo que peor se lleva. Cierto es que durante los últimos días hemos sido una piña toda la familia: nietos, hijos y nuestra madre, pero no ha sido menos importante esa presencia de los grandes amigos de mi padre que sin duda le han hecho que los últimos días hayan sido mas llevaderos. 

Julián (el zurdo como él le llamaba), Juan Madrigal, Julio (el Curri), Jesús Alonso (el Chupo) que son los que han ido a verle a casa en los últimos días pero sin duda Alfredo, su gran amigo del alma ha estado ahí como no podía ser de otra forma, hasta el final.

Alfredo ha estado con él y con nosotros, en todos los momentos difíciles que hemos atravesado, el cáncer de próstata, la operación de vesícula y en estos días yendo a verle constantemente. Todo el mundo debería tener un amigo en la vida como Alfredo.

El día 25 empezó de una forma diferente. Sobre las 5:30 de la mañana me desperté y no conseguí dormirme; con ello no quiero decir que sintiese algo sobrenatural que me llevase a pensar que a mi padre le había ocurrido algo, pero si es verdad que me levanté con unos pensamientos que se me venían a la cabeza que no me había venido durante este mes y medio de la enfermedad. Una imagen recurrente, ver la extremada delgadez que el dichoso cáncer había hecho que tuviese mi padre, como se le notaban los huesos, sobre todo de hombros y espalda, como esa cara casi siempre rellenita estaba quedándose en nada y me resultó un tanto amargo. Aún así y como era normal, me levanté, me duché y me fui a trabajar. Luego llegaría esa primera llamada de mi hermano Arturo diciéndome que no sabía si Papá estaba muerto, y luego, esa segunda llamada en la que me lo confirmaba. 

Ahí comienza una tormenta de emociones. Durante muchos años, de pequeño, tenía un sueño recurrente, aunque con el tiempo pienso que no era un sueño sino pensamientos recurrentes sobre la muerte de mis padres. Cuando eso ocurría, la noche se volvía una tortura, y tan solo repetir una y otra vez en mi cabeza un soniquete de una canción hacía que esos pensamientos fuesen aplacados. Supongo que el paso de los años, la madurez y la evolución de la personalidad hacen que esos pensamientos desaparezcan y vuelvan, ya que las preocupaciones son otras y tus inquietudes también. Esos pensamientos con los años, vuelven. Cuando ves que tus padres ya no son esos superhéroes que podían con todo, a los que no les podía pasar nada. Ahora ves que tus padres son mayores, les hemos hecho abuelos y son ciertamente vulnerables. Ahí, comienza de nuevo a rondar por la cabeza la idea de la muerte y de una vida sin tus padres. 

Aunque nosotros por suerte, hemos vivido como mi padre ha ganado dos pelotas de partido a la vida con la superación del cáncer de próstata y con el encuentro casual de la arritmia del corazón a raiz de una caía en calle, nunca te haces a la idea de que tus padres puedan faltarte, aunque tengas asumido que biológicamente es lo normal y moralmente es como debe ser, ya que nadie debería sobrevivir a sus hijos. Pues desde que le diagnosticaron el cáncer de páncreas, todos teníamos claro que el final estaba cerca y que se aproximaba inexorablemente, pero nunca lo aceptas, nunca lo quieres aceptar y no lo puedes asumir. 

Yo que por suerte, he tenido una relación con mi padre creo que inmejorable, ya que el compartir aficiones como la pesca, la caza, salir al campo y sobre todo, durante bastantes años poder vernos a diario aunque yo trabajase, creo que hace que haya disfrutado mucho de mi padre. Estos días recordaba con sus amigos, anécdotas de caza, de pesca y de la vida en general que hacen que al ver como las cuentan sus propios amigos, con ese cariño, con ese agradecimiento, te hace suponer que ha sido una persona muy querida por sus amigos.

Esta maldita enfermedad que al final se ha llevado a mi padre solo ha tenido dos cosas buenas, y me explico. La primera, hemos podido constatar como somos como familia. Un día hace muchos años, yendo a una montería no se como surgió el tema sobre las familiar de cada uno de mis hermanos y la mía propia y mi padre me dijo una frase que gracias a Dios no ha tenido que verse en la tesitura de llevarla a cabo. Me dijo: si algún día, por las mujeres, los hermanos llegáis a discutir por cualquier razón, si yo estoy vivo, que no te quepa duda que voy a ir a cagarme en sus muertos y a ponerlas en su sitio. Gracias a Dios, nuestras mujeres nunca han puesto a prueba esta promesa y diría mas, es todo lo contrario. No creo que puedan hacer más por que estemos unidos y seamos la familia que somos. Esa preocupación, creo con el paso de los años, se disipó de la cabeza de mi padre.

Siguiendo con lo que ha supuesto la muerte de Papá, también se me ha venido a la cabeza una frase que le dijo mi hermano Alfonso a mi primo Rafa el día que incineramos a su padre. No nos hacemos hombres hasta que no enterramos a nuestro padre. No le falta razón. Ese apoyo, ese consejo, ese estar ahí, que desaparece con su muerte, es un momento de catarsis. Debes asumir que ya no está y que estás solo (metafóricamente hablando). Ahí, aunque por supuesto el cambio en tu vida es muy importante, me imagino que es poco a poco cuando vas asumiendo que esa pérdida supone que uno de tus pilares fundamentales en los que apoyabas decisiones, del que recibías consejos, del que te decía: ya te lo dije yo... ya no está y ahora tengo que afianzar mis decisiones y acciones en todo aquello que nuestro padre nos transmitió en vida y así tendrá que ser.

Como cabe esperar, esta entrada ni va ser escrita de una sola vez ni va a ser corta, ya que no quiero dejar pasar nada de lo que hemos vivido en estos días y luego hablaré sobre lo que es la figura de mi padre para mi y como esa figura ha ido cambiando con el tiempo.

Después de la llamada de mi hermano Arturo, que me pilló en Recuerdo, me dirigí a casa de mis padres. Al principio muy nervioso, recuerdo que me temblaba el pulso después de colgar el teléfono, la respiración se acelera y por unos segundos tu cabeza solo piensa en una cosa: aquel momento en el que de pequeños nos llevaba a tener pesadillas, en el que adolescentes veías aún muy lejos y que con nuestras edades ves mas cerca pero no quieres verlo, había llegado y no estás preparado ni mucho menos para ello, por lo que hay que ir, paso a paso, intentando hacer ver que estás fuerte, que no te derrumbas, sobre todo por los demás y para también ser un apoyo para los demás que se encuentras como tú o peor.

Al llegar a casa, la situación es mas o menos como me la esperaba, mi hermano roto, mi cuñada igual y mi madre, sentada junto a la cama, agarrada de la mano de mi padre, que yacía en la cama donde la muerte fue a buscarle. Queremos creer que ha sido una muerte tranquila, súbita, sin dolor. Esa última vez que mi hermano ayudó a nuestro padre a levantarse por la noche al baño, que fue sobre las 5 de la mañana, no sabíamos que sería la última, después, se acostó y nunca mas despertó. Aquella tarde mi hermano le compró una almohada nueva, unas nuevas zapatillas (que no llegó ni a estrenar) y durante las últimas semanas todos habíamos intentado hacerle mas llevadera la situación a nuestro padre. Mantas eléctricas, andador, sábanas, mantas, comida... El pobre se encontraba tan débil y tan mal que nada le hacía sentirse cómodo y por más que intentábamos cosas, era complicado verle un momento en el que estuviese cómodo. Las noches eran difíciles, sobre todo para mis hermanos, ya que tuve la gran suerte de que mis coches con él fueron bastante tranquilas, levantándose tan solo 3-4 veces, incomparables con las 13-14 veces que llegó a levantarse un par de días antes de que se nos fuera y que llegó a hacer que Alfonso se enfadase con él porque en una sola hora se levantó 4 veces, y ese enfado, le tenía a mi hermano intranquilo por no haber tenido mas paciencia para asumir que él, sin duda no era consciente de que daba mucha guerra y que había perdido la noción del tiempo y las noches tornaron a castigo con el paso de los días. 

Las noches abrieron una brecha insalvable entre mis padres. El hecho de tener que cuidar a una persona 24 horas hace que te veas superada por todos los frentes y eso, le paso a Mamá. Esa necesidad de levantarse que tornó en obsesión produjo que mi Mamá no pudiese dormir desde hacía mucho tiempo con él. Si no descansas y tienes que estar despierta por la noche y por el día eres sus manos y sus pies, todo se vuelve una misión imposible. Mi madre llegó a estar desesperada. Vivía la amargura de querer dormir con Papá, pero querer descansar, pero aún durmiendo en otra cama, no descansaba por el miedo que tenía a que Papá se cayera. Ha sido muy duro para mi padre este último año, en el que los dolores de espalda creo que hicieron que el carácter de mi padre se fuese agriando poco a poco y eso deterioró un poco su relación. Si a esto le unes que mi padre siempre ha sido en ese aspecto bastante egoísta para con los demás con respecto a sus problemas. Ha sido siempre mal enfermo, pero el último año cuando hablaba con mi madre por las noches lo mas habitual eran los términos aburrida y desesperada. Aburrida porque mi padre se encerró un poco en si mismo y sus problemas y desesperada porque nada de lo que ella hacía para intentar que se encontrase mejor era aceptado de buen agrado por mi padre. Eso, quieras o no hace que la relación se deteriore. Desde el final del verano, mi madre incluso sufría porque no era capaz de hacerle algo de comer que le apeteciese a mi padre (sabiendo que era una persona de bien yantar y encima mi madre cocina como los ángeles), pues ni en eso acertaba y eso llenaba de desesperación a mi madre. 

No sabíamos que todo lo que le pasaba estaba relacionado con aquello que se lo ha llevado al final, pero aún así, el carácter de mi padre en los últimos tiempos ha sido bastante difícil de llevar. De estos difíciles momentos también se aprenden cosas que ojalá seamos capaces de asimilar y de no repetir en primera persona. Me refiero al comportamiento a veces insolente que tenía en momentos en los que las cosas no se hacían como él entendía que había que hacerlas y le llevaba a tener una relación un tanto complicada con mi hermano Arturo, que también en los últimos tiempos ha sido quien mas tiempo ha pasado con ellos en su casa.

Han pasado 20 días desde que empecé a escribir esta entrada  y han sido muchos los pensamientos que se me han venido a la cabeza desde entonces. Esta noche, sin ir mas lejos, ha sido dura. No he conseguido pegar ojo desde muy temprano. Curiosamente, los días siguientes a la muerte de Papa, estuve despertándome a las 5 y pico de la mañana y desde entonces no conseguía dormir. Posiblemente alguno podría pensar que hay una relación entre esa hora y la hora de la muerte de Papa, que posiblemente estuvo entorno a esa hora, pero más bien creo que simplemente la cabeza y su velocidad de pensamiento que en la mayoría de los casos nos ayuda a solucionar problemas otras veces es el mayor enemigo que tenemos. Creo que es estoy empezando a asimilar lo ocurrido. Hasta ahora no había sentido ese vacío que ha dejado la marcha de Papa porque había periodos parecidos a los que han transcurrido desde su muerte en los que no le veía, por trabajo sobre todo, pero también por vacaciones y cosas así. Pero ahora empiezas a asimilar que ya no está y que nunca más va a estar, y que no vas a poder recurrir a él, que no vas a volver a escuchar de su boca sus infinitas anécdotas de caza y pesca y de la vida en general y creo que eso empieza a hacer mella en mi cabeza.

Son muy curiosas las sensaciones que puedes llegar a sentir después de una pérdida como esta. Veo fotos, recuerdo el momento y sin embargo en mi cabeza una parte me dice que ya no está y otra lucha contra esa idea de una forma totalmente irracional que llega a intentar convencerme de que no es verdad, que está y que cuando vuelva a su casa volveré a verle sentado donde siempre y me dirá: "¿hombre, qué hace un chico como tú por un sitio como este?", "cuando abran la veda tenemos que ir a coger unas truchas que a tu madre le gustan por lo menos, las primeras de la temporada..."

Es absurdo pensarlo, pero así es. Sin motivo aparente voy en el coche, a trabajar o a cualquier sitio, y se me llenan los ojos de lágrimas pensando en lo rápido que ha pasado, y no me refiero a la enfermedad, que también, sino a todo, a la vida. Mira que creo que he disfrutado de mis padres a mi manera, pero sobre todo de mi padre de una forma intensa, ya que todos los días que he compartido con él haciendo lo que mas le gustaba, cazar y pescar, no han sido pocos y eso siempre estará en mi recuerdo, pero es complicado aceptar que ya no habrá más. En el fondo de mi corazón, haber compartido con él los dos últimos días de caza y pesca, me reconfortan y a la vez me atormentan, aunque creo que no puede haber mejor cierre para alguien cuya vida ha sido la caza y pesca haber tenido su último día de caza junto a su gran amigo Luis De Castro, en una espera en Plasencia, donde yo maté un guarro y él estuvo puesto junto a Luis y tiraron a un guarro que no cobraron y su última salida de pesca que tuvo un colofón que ni en mis mejores sueños podría haber sido mejor, pescando una trucha arco-iris descomunal como no podía ser de otra forma. 

Hacía tiempo que sabía que por supuesto el último día de caza había llegado, pero cada vez que conseguía un día mas de pesca con él siempre pensaba que podía ser el último y recuerdo donde fue el último almuerzo con él en el campo, junto al coche, como tantas y tantas veces habíamos hecho y pensar que fue el último, me llena de tristeza.

Han pasado 20 días desde el comienzo de esta entrada, muy desordenada, muy caótica pero que vista en perspectiva tiene por lo menos para mi, cierto sentido. Con esto que voy a escribir hoy quiero cerrar este capítulo, al menos en estos términos, aunque la vuelta sobre la figura de mi padre será absolutamente ineludible. Quiero cerrar esta entrada con algo que me pasó ayer y que es difícil de catalogar y por ello me lo voy a llevar a otra entrada puesto que no se ni como explicarlo.