Caza, pesca, naturaleza y vida

17 octubre 2006

Mi primera montería

Aunque hace mucho mucho tiempo de ello, todavía la recuerdo bastante bien. Debía tener yo pues 11 o 12 años, y siempre veía como era mi hermano Alfonso el que iba a las monterías con mi padre y yo nunca podía ir, con razón, puesto que era muy pequeño todavía. Pero al fin un día llego esa oportunidad, mi primera montería. Recuerdo y seguramente el motivo de recordarlo bien es por lo extraño de la situación, ya que a esa montería no iba solo con mi padre sino que tambien venía mi tio Miguel, que no es nada cazador, pero creo que en esa ocasión era a él al que le invitaban y aprovechando la coyuntura mi padre fue y yo con él. De la montería en si misma recuerdo poca cosa; el puesto era bastante bonito, el tiradero bastante cerrado por el monte tupido de la zona, la verdad es que no recuerdo donde fue esa montería pero si consigo averiguarlo lo publicaré al instante. Hace ya mucho tiempo de aquello, entre 18 y 20 años aproximadamente por lo que los detalles que puedo dar son escasos, pero si recuerdo uno muy curioso que por cierto no se me ha vuelto a presentar en ninguna cacería de ningún tipo. A mitad de la monteria una culebra de un tamaño bastante respetable se acercó a nuestro puesto, estabamos tanto mi padre como yo sentados tomandonos el taco que llevábamos y mi padre la vio rapidamente, saco el cuchillo de remate y sin darle mucha capacidad de huida al reptil le asestó un certero corte que separó la cabeza del resto del cuerpo, y por muy increible que parezca, (se que para los neófitos de la naturaleza lo es) estuvo toda la montería moviendo el cuerpo. Después de este lance con la culebra, recuerdo que vimos muy de lejos a un cochino que por la marcha que llevaba no creo que los perros fuesen muy lejos de él pero no pudimos ni tirarle ni nada. Ya de camino a los coches, por un sendero bastante amplio recuerdo que me tope con el primer jabalí muerto que veía, lo había matado un señor desde un puesto que se colocaba justo en unas piedras encima del camino, como a 10 metros de altura, supongo que el animal pasaba por allí sin esperar que nadie se diera cuenta de su huida, pero no fue así. En fin, llegamos a los coches, nos hicimos las pertinentes fotos con los cochinos, y con un teckel que recuerdo que mordía incesantemente a todo cochino que veía y después regrasamos a casa, como en cualquier final de jornada venatoria que se precie. Esta fue la primera de muchas cacerías que tendrán hueco en este espacio.